Clonado para obedecer

Cuando Jisoh llegó al puesto de mando el general Ramer ya le estaba esperando. La hoja azul de su sable de luz lucía en todo su esplendor. A los pies del Maestro Jedi yacían no menos de una veintena de cuerpos cubiertos de armaduras blancas.

- ¿Qué significa esto, Jisoh?

- Cumplimos órdenes, señor.

- ¿Órdenes? ¡¡Estos hombres han intentado matarme!!

- Esas eran las órdenes, señor.


El Maestro Ramer miró al clon que tenía delante suyo, había sido él quien le animó a ponerse un nombre que sustituyera la serie de números y letras que cada clon tenía como identidad. Ramer, a diferencia de otros Jedis, pensaba que los clones eran personas no simple carne de cañón. Se fijó en aquel casco que Jisoh se había personalizado serigrafiándose la frase “Clonado para obedecer”

- ¿Y quién dio la orden de matar a vuestro general?

- No es a usted, señor. Es a todos los Jedis.

El rostro de Ramer palideció, ¿qué estaba ocurriendo? ¿cómo era posible que todos aquellos hombres que habían luchado junto a él en decenas de batallas durante los dos últimos años ahora quisieran matarlo?

- ¿Quién, te ha ordenador matarme, Jisoh?

- El Canciller Supremo Palpatine.

Detrás de Jisoh aparecieron unos cincuenta clones que apuntaron a su ex general. Ramer sonrió.

- No te hace falta, no voy a defenderme.

- No aceptamos rendiciones, señor.



El Maestro Jedi apagó su sable de luz. Durante cientos de generaciones los Caballeros Jedi defendieron la República y a sus habitantes. Ahora, esa misma República había ordenador el exterminio total de la orden. No tenía sentido luchar.

- ¿Te acuerdas de Sullust? El ejército separatista nos tenía sitiados. Miles de droides de combate contra tú, yo y diez soldados más. Mientras disparábamos no parábamos de hacer planes de futuro, hablábamos de lo que haríamos cuando acabase esta guerra. Y salimos vivos de allí.

- Las tropas de la general Secura llegaron justo a tiempo.

- Así es, amigo mío.




La cabeza de Jisoh empezó a zumbar y, alarmado, notó como su casco se elevaba dejando su rostro al descubierto.

- Permíteme que te mire a los ojos cuando me dispares, soldado.

- No es algo personal, general. Sólo cumplo órdenes.

- Para eso te crearon, ¿no?

Jisoh levantó su arma, apuntó a Ramer y, por primera y única vez en su vida, dudó. El Maestro Jedi pudo ver como los ojos de su amigo se llenaban de lágrimas.

- Vamos clon CV/743832, cumple tu orden. No vales para otra cosa por lo que veo.

Y Jisoh disparó.

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