LOS INESCRUTABLES CAMINOS DE LA FUERZA: CAPÍTULO 2 "DENTRO DE TI"

  
Hola a todos ¡Real Fans!, Hoy como prometimos, volvemos con el segundo capítulo de la serie “Los inescrutables caminos de la Fuerza”, de nuestro amigo David Quesada, titulado "Dentro de tí". ¿Que será de nuestro joven héroe Sylas y del malvado Gargatus…? Pues aquí y en exlusiva para todos vosotros la continuación de esta fantástico relato.

Para los que os perdisteis el primer episodio, pincha aquí.

Sobre el autor: David Quesada es aparte de gran aficionado a Star Wars, es coreógrafo de esgrima medieval, cosplayer del lado oscuro,ha escrito "Crónicas de Goriem: Legado de sangre", "Pandemia A.V". y "La pluma de los sueños" entre otras. Traerá más aventuras basadas en nuestra saga favorita, si queréis mandarle alguna pregunta, comenta este post o puedes enviarle un mail.

 
Los Inescrutables Caminos de La Fuerza- Capítulo II

“Dentro de ti”

Sylas llevaba tres días en el acorazado, desconocía el rumbo, los objetivos y cuánto tiempo más duraría el viaje. Gárgatus comenzó a adoctrinarle con dureza y constancia. Era un guerrero temible: rápido, preciso, seguro de sí mismo y con una guardia muy difícil de penetrar. Cuanto más luchaba contra él más complicado encontraba el poder derrotarlo. Había técnicas, tretas y movimientos que le resultaban interesantes y muy efectivos en un combate a muerte. Movimientos que su padre consideraría poco éticos, exentos de nobleza. No obstante resultaban efectivos, y eso a Sylas le gustaba. Eran las jornadas de descanso, los pasillos del acorazado estaban siendo vigilados por el personal mínimo. Lo tenía todo estudiado para aprovechar las flaquezas del sistema de guardia y utilizarlas en su favor. Llegó hasta el hangar, cruzó la pista de  entrada y se escondió detrás de unos cargamentos de armas. La pareja de soldados estaba dando la vuelta y volviendo por el conducto C, que conectaba con el puente de mando, tardarían en completar la ronda aproximadamente ocho minutos. Él no era un piloto experto, pero tenía las nociones necesarias para poder utilizar una Lanzadera T4 y en el acorzado de Gárgatus había dos. Sigilosamente se dirigió a la más cercana, a unos trescientos metros de donde se escondía. Comprobó los anclajes de seguridad, abrió la caja de fusibles que los alimentaba y generó un cortocircuito para sobrecargarlos y consiguiendo así liberar la nave.


         Ingenioso, sin duda. Eso no te lo ha enseñado tu padre.

Sylas se dio la vuelta, sobresaltado, armándose con sus dos espadas. No percibió la presencia de Gárgatus hasta que lo tuvo detrás. El corazón se le salía por la boca, le había descubierto intentando huir, aquel era su final.

        Dime una cosa —dijo Gárgatus cruzándose de brazos—, pregúntate a ti mismo si es esto lo que quieres.

        Sí.

      Has respondido sin pensar, sin sentir lo que te dicta la Fuerza. Sylas—Gárgatus andaba cual felino rodeando a su presa, puso las manos en la espalda, caminando sin prisa, mirándole fijamente bajo la capucha de su capa —. Cohíbes lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Lo que ocurrió en la escuela de tu padre no fue fortuito. Liberaste el deseo de utilizar la Fuerza para enfrentarte a mí, y conseguiste canalizarla pese a no tener el conocimiento apropiado, joven jedi. ¿Quieres huir, volver con los tuyos? Muy bien, sométete a mi adoctrinamiento durante dos meses. Un sometimiento total, liberado de los prejuicios de la orden de tu padre, únicamente aprendiendo el camino del lado oscuro. Si después de ese tiempo deseas volver con los tuyos, yo mismo te prepararé una lanzadera, no te perseguiré. Tendrás una semana para poder avisar a los tuyos antes de que vuelva a atacaros.

          ¿Y si decido irme ahora?

          Te mataré.


Sylas suspiró impotente, resignado, estaba a merced del lord Sith. Desactivó las hojas láser de sus espadas y las ensambló, dejándolas en su forma de bastón.

          No te arrepentirás de tu decisión. Siento cómo fluye la Fuerza en tí, percibo un gran poder que debe ser pulido. Además, si tanto te preocupan tus camaradas… mientras tenga que enseñar a un aprendiz, la misión que se me encomendó para buscar y aniquilar Jedis se verá retrasada, incluso, dependiendo de las facultades que demuestres, probablemente deba aplazarla dos o tres semanas… más tiempo para esos cachorritos indefensos —acabó la frase sonriendo con malicia, dejando de acechar a Sylas, deteniéndose justo delante de él.

          Dos meses —Sylas alzó la mano derecha enérgicamente,  con el dedo indice y anular levantados, mirando desafiante, con desprecio a Gárgatus— y no volveré a verte.

Gárgatus, haciendo uso de la Fuerza, elevó al muchacho hasta golpearlo contra el techo del hangar. Detuvo la caida de Sylas para finalmente arrojarlo contra las cajas de municiones. Llegó hasta él y lo cogió por ambas manos mermando todos los intentos por resistirse; le propinó un rodillazo en el estómago y otro en la cara.

          Ese es el castigo por haber intentado engañarme —afirmó con suma tranquilidad Gárgatus. Lo miraba con desdés mientras el chico que se retorcía en el suelo, con las manos en la cara controlando penosamente la hemorragia de su nariz rota—. Primera regla que vas a aprender: nunca serás mejor que tu maestro, nunca intentarás engañarlo, porque de hacerlo es muy probable que tu maestro acabe contigo —sin más preambulos Gárgatus dio la espalda a Sylas y puso rumbo a sus dependencias.

Sylas se limpió la sangre que brotaba de su boca y nariz mientras escuchaba los ecos de las botas de Gárgatus al alejarse.

          Mañana al primer toque de jornada te quiero en la sala de entrenamiento. Esta vez, sin armas —dijo Gárgatus sin detener su firme paso.

Sylas golpeó el suelo, quería llorar, esconderse, desaparecer. Debía pensar en que aquella era su misión, su destino, una prueba para convertirse en el Jedi que su padre esperaba. Contaría los días hasta el momento de poder marcharse.



DIA 1

          Acércate —dijo Gárgatus. Se encontraba en mitad de la sala de entrenamiento, sentado en el suelo en la posición del loto—. Hoy aprenderás a utilizar la Fuerza para anticiparte a mis movimientos, te adentrarás en mí, buscarás imágenes, sensaciones, cualquier cosa que te indique qué es lo que voy a hacer antes de hacerlo.

Gárgatus quedó en silencio. Sylas estaba confuso, no sabía qué esperaba que hiciese. El Sith estaba con los ojos cerrados. De pronto Sylas sintió que le golpeaba por la espalda una Vilk, así era como Gárgatus llamaba a las esferas metálicas de la sala de entrenamiento. Estaban dotadas de garfios, puntas y otra serie de protuberancias que, junto con el peso y su tamaño de un puño, las convertían en armas letales. Al levantarse vio que otra iba directa a su cara, saltó hacia atrás, la esquivó y se percató tarde de una tercera que golpeó su pierna, haciéndole caer de lado. Gritó al sentir cómo los garfios de la Vilk desgarraron su gemelo. Se incorporó casi de inmediato cuando otras dos Vilks le atacaban por ambos flancos, saltó girando en el aire y usó la Fuerza para amortiguar la caída. Intentó concentrarse en las energías de la sala, en Gárgatus, pero era complicado. Cada vez había más Vilks que revoloteaban, buscando causarle daños. No podía concentrarse por completo, temía ser golpeado por las brutales esferas y los ataques de éstas eran incesantes. Extendió las manos, deteniendo con la Fuerza tres de las Vilks, corrió al otro extremo de la sala, cogió al vuelo otra y la arrojó sobre una que poco faltó para que le alcanzara. Tantas maniobras y esquivas estaban mermando su resistencia y, las heridas sangrantes lo estaban debilitando. Maldijo en voz baja porque no estaba comprendiendo el ejercicio, lo único que hacía era evitar ser golpeado por los objetos que Gárgatus le lanzaba. Comenzó a enfurecerse, a sentir la impaciencia y la impotencia de no poder hacer nada para salir airoso, y aquello se acrecentó con el miedo a perder la vida cuando una de las Vilks le golpeó la cara, haciéndole unos feos y profundos cortes. La mejilla le sangraba en abundancia. Percibió cuatro esferas que se precipitaban sobre él, extendió los brazos, abrió las manos con las palmas hacia arriba y las redirigió hacia Gárgatus quien, sin inmutarse, las repelió al instante. Sylas se agachó, evadiendo el ataque de otra Vilk, saltó y volteó en el aire, llegando hasta Gárgatus, avalanzandose sobre éste y cogíendole del cuello. Gárgatus abrió los ojos, apresó con ambas manos el brazo del muchacho y utilizó la inercia y el impetu de Sylas haciéndole caer de bruces. Sylas, controló su centro de gravedad e intentó darle un cabezazo pero Gárgatus se apartó a tiempo, soltó su mano y le propinó dos puñetazos provocándole una estrepitosa caída. Desde el suelo Sylas descargó un puñetazo al estómago del Sith y este desvió el ataque y lo inmovilizó, bloqueando su codo y su muñeca. Sylas gritó, sintiendo que estaba a punto de partirle el brazo.

          Finalmente lo has entendido —apuntó con calma Gárgatus, estirando del brazo de Sylas, haciéndole gritar—. No tienes que esperar a que el adversario te golpee, si actúas antes que él tendrás la ventaja del primer ataque. Has canalizado mal la ira, focalízala sobre mí y así tu visión, tu comprensión de la batalla, será más clara y el flujo de la Fuerza te ayudará a saber cuáles serán los movimientos de tu adversario —Gárgatus soltó el brazo del muchacho—. Vete al otro extremo de la sala, volvemos a empezar.

          ¡Estoy sangrando! exclamó sosteniendo su brazo derecho en el regazo, aún dolorido por la presa que le hizo el Sith— ¡Necesito que me curen!

          El dolor es poder, concéntrate en el combate, las heridas son producto de los errores y las cicatrices el eterno recuerdo de una lección aprendida. Si mueres en el proceso de aprendizaje será por tu culpa, por contenerte, libera tu potencial, deja fluir la Fuerza sin ataduras morales ni reglas absurdas —Gárgatus volvió a sentarse en el suelo en la posición del loto, de nuevo cerró los ojos—. Vete al otro extremo de la sala.



DIA 20


Sylas sentía la rabia fluir por su cuerpo, canalizándola en energía y expulsándola por la punta de sus dedos en forma de electricidad. Era una sensación embriagadora y poderosa.

          Controla el flujo, dirígelo, poténcialo —le tutelaba Gárgatus a su espalda—. Aún contienes tus emociones, por eso la “ola de tormento” que proyectas es débil—Acercó sus labios a la oreja de Sylas—. De haber dejado correr todo ese potencial el día que fui a destruir tu escuela, me hubieras matado.

Sylas proyectó un torrente eléctrico de mayor amplitud, las palabras de Gárgatus le causaron impotencia, una impotencia que trasformó en ira y la ira en poder, pero todavía no era suficiente.


DIA 32

Miró arriba. Su bastón láser pendía de unas lianas. Una ráfaga de plasma restalló en el tronco del árbol tras el que se escondía. Los soldados lo habían localizado, pero al menos ya había encontrado su arma. Con un gesto de la mano intentó hacer llegar el bastón hasta él pero, al parecer, su arma estaba firmemente apresada por las lianas. Corrió hasta una roca, saltó sobre ella y se encaramó a un árbol cercano de donde se encontraba el bastón. Debía salvar ocho metros de altura para llegar hasta él. Dos soldados aparecieron, disparándole sin cuartel, usó la Fuerza para evitar ser alcanzado por los láseres y zigzagueó, saltó a una rama más alta del árbol y un soldado con un jetpack lo embistió, lanzándolo contra el suelo. Sylas giró en el aire, arrebató una de las pistolas al soldado y disparó a otro que estaba a escasos diez metros. Acertó en la cabeza. Se escuchaban voces a lo lejos, venían cuatro más. El que portaba el jetpack no dejaba de dispararle, obligándole a correr y a saltar sin descanso. Sylas lo miró enfurecido abrió su mano derecha y después la cerró enérgicamente. El jetpack reventó, envolviendo en llamas a su portador. Los láseres silbaban a su alrededor. Disparó a las lianas, acertando y dejando casi desprendida su arma. Sonrió con malicia.  Usó la Fuerza para desmontar su bastón y hacerlo caer,   activando así sus hojas. Rápidamente hizo danzar los dos sables, sesgando el cuerpo de uno de los soldados y atravesando el pecho de otro. Salió a la carrera hacia los otros cuatro que estaban rodeándole. Gesticuló con los brazos y las dos espadas comenzaron a girar, buscando los objetivos, atravesando árboles y maleza hasta matarlos. Finalmente hizo llegar ambas armas a sus manos: a su alrededor sólo quedaban cuerpos cercenados y humeantes.

          Módulo de entrenamiento finalizado —se escuchó la voz robótica de la IA mientras las formas del entorno desaparecían.

Sylas, jadeante, quedó perplejo al observar que se encontraba en el centro de la sala de entrenamiento, rodeado de cadáveres. Miró al objetivo de la cámara de vigilancia.

          ¿Eran soldados? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!  exclamó impotente, hablandole furioso a la cámara que le apuntaba, esperando ser respondido por su maestro el cual observaba desde la sala de control.

Se abrió la puerta deslizante. Gárgatus entró junto al escuadrón de limpieza. Él sonreía satisfecho.

          Aún tengo que pulir tu debilidad por preservar la vida. En una batalla, la única vida que debe importarte es la tuya, de otra manera te expondrás a distracciones que acabarán ocasionándote la muerte de manera estúpida y absurda.

Sylas observó los cuerpos, se autoimpuso tranquilizarse, pensar que no eran más que soldados que intentarían acabar con la vida de su padre y los aprendices de éste. Aquello le ayudó a tener una visión más pragmática.

          Te niegas a aceptarlo, lo único que haces es usar excusas—dijo Gárgatus adentrandose en los pensamientos del joven—. Así es como tienes que ver las muertes de todos y cada uno de los que te enfrentes y mates, pero sin necesidad de usar la imagen de tu padre. Un enemigo muerto es un enemigo que no volverá a atentar contra tu vida y objetivos, muchacho. Percibo dentro de ti que sabes que es así, pero te niegas a aceptarlo a causa de los inútiles conceptos de moralidad que los Jedi te han inculcado. En un combate a muerte sólo existe una cosa: el que muere y el que vive.



DIA 45


Los músculos de los brazos temblaban, la ropa humeaba. Su labio estaba partido. Miró con desprecio a Darth Gárgatus que frente a él esperaba con las manos abiertas, haciendo gestos, incitándole a que le atacara.

          Demuéstrame que puedes enfrentarte a mi “oleada de tormento”, descarga todo lo que tienes dentro de ti o mi siguiente oleada te aseguro que no te dejará únicamente débil y chamuscado.

Sylas, gritando colérico, se levantó lanzando ráfagas de rayos por sus manos mientras Gárgatus reía sonoramente y contenía la oleada de tormento del muchacho con la suya propia. No podía flaquear, no debía pensar en nada que le anclara a su padre, a sus valores morales, porque si lo hacía el flujo de poder sería pobre, débil, y Darth Gárgatus lo mataría.
Eso es, ¡así! Por fin te estás liberando —dijo Gárgatus modulando la energía, descargando una fuerte oleada eléctrica y generando una explosión entre Sylas y él que sacudió a ambos, arrojándolos varios metros atrás—. Así es como debes sentir el lado oscuro. “No hay paz, sólo pasión, con la pasión gano fuerza, con la fuerza gano poder” —empezó a recitar—. ¿Cómo sigue, muchacho?

“Con el poder obtengo la victoria y con la victoria rompo mis cadenas. El miedo y el sufrimiento se vencen con la ira y el odio —continuó Sylas, incorporándose, sacudiéndose las ropas. Le zumbaban los oídos y le costaba respirar—. Cuanto mayor sean la ira y el odio, más aumentan mis poderes. La ira alimenta al Sith, lo cual hace más fuerte la ira”.

¿Lo comprendes?

Sí, maestro.

Bien, estás avanzando a buen ritmo. Tienes aún que aprender a canalizar mayor cantidad de ira, mejorar el impulso de la “oleada de tormento”, porque es uno de los ataques más poderosos que nos ofrece la Fuerza pero no debemos usarlo prolongadamente, pues consume nuestros cuerpos.

Entiendo, maestro —respondió intentando calmarse, buscando su equilibrio emocional. Sólo sentía furia, dolor, ira en su interior. Temía perderse en todo ello, pues el poder que tales sensaciones le daban era mucho.

Por hoy es suficiente. Mañana seguiremos explotando la oscuridad que alberga tu alma.





DIA 60


Frente al espejo Sylas observaba su cuerpo desnudo, examinaba cada cicatriz, la creciente palidez de su piel, la sombría mirada en la que se escondían sus ojos. “Las cicatrices son el eterno recuerdo de una lección aprendida”, fue lo que le dijo el primer día Gárgatus. Sylas tocó su mejilla, la que en el primer día de entrenamiento fue gravemente dañada por una Vilk. Cada cicatriz, una lección. Todas eran lecciones de supervivencia, lecciones que su padre no hubiese sido capaz de enseñarle. Las herramientas  que había obtenido del lado oscuro eran muchas y muy intensas, pero usarlas le aterraba pues cada vez le costaba más ser él mismo. Su corazón se veía arrastrado a la agonía del desprecio, de la furia, de la sed de sangre. Era cada vez más complicado meditar y reprimir tales impulsos. Dudaba de estar preparado para luchar contra el lado oscuro interior y la duda le producía miedo, el miedo hacía crecer su ira, y la ira lo arrastraba más al lado oscuro. Apretó los puños, inspiró y exhaló varias veces apartando todas aquellas perturbaciones de su cabeza.

Veo que ya estás despierto —Gárgatus irrumpió en su habitación, como siempre sin avisar e ignorando los cierres interiores de la puerta, ya que los podía manipular a voluntad— ¿Estás preparado para ser liberado?

Sabes de sobra que no voy a abandonar mi entrenamiento Sith —respondió Sylas mirándolo a través del espejo—. Todavía tengo mucho que aprender.

Lo supe desde el mismo momento en que pusiste un pie en esta nave —afirmó con soberbia—. Te elegí porque era conocedor del latente poder que residía en tu interior, era necesario enseñarte de lo que eres capaz y todavía no lo has visto todo, muchacho. En dos meses has avanzado mucho en el camino Sith, pero sí, debes aprender mucho más —Gárgatus se giró, volviendo a salir de la habitación, se quedó a la altura de la puerta deslizante—. Vístete, tenemos que recuperar un territorio tomado por La III República. Ésta va a ser tu primera incursión.

Sylas había decidido quedarse, pese al temor de perderse completamente en el lado oscuro. Pero el miedo no era buen consejero y, evidentemente, quedaban muchas enseñanzas por aprender para conocer mejor el lado oscuro. De aquella manera podría saber las flaquezas de los Sith, haciendo más fácil poder derrotarlos. Cuando Gárgatus descubriese que las intenciones de Sylas eran poner en contra suyo todo lo que le enseñara, sería demasiado tarde.

La semana que viene el Capitulo 3,¡Continuara!

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